Introitus

La idea. Elaborar un cartulario definitivo, un archivo general que contenga todo sobre Agustín Aguilar Tagle, así como aquello que se dio, se da y se dará en torno a su persona. En la medida de lo posible, se evitará el uso de imágenes decorativas (se usarán sólo aquellas que tengan cierto valor documental). Asimismo, se prescindirá de retorcidos estilos literarios a favor de la claridad y la objetividad (la excepción: que el documento original sea en sí mismo un texto con pretensiones artísticas). El propósito. Facilitar la investigación biográfica, bibliogáfica, audiográfica y fotográfica posterior a la muerte de Agustín Aguilar Tagle, de manera tal que sus herederos espirituales puedan dedicar los días a su propio presente y no a la reconstrucción titánica de virtudes, hazañas, amores, aforismos, anécdotas y pecados de un ser humano laberíntico, complejo y contradictorio. El compromiso. Cuando busco la verdad, pregunto por la belleza (AAT).













domingo, 3 de marzo de 2019

El silencio


 
Desde la sensación pura hasta la intuición de la belleza, desde el placer y el dolor hasta el éxtasis místico y la muerte, todo lo que es fundamental, todas las cosas que son para el espíritu humano más hondamente significativas, tan sólo pueden experimentarse, no expresarse. Lo demás, siempre y por doquiera, es silencio.

Aldous Huxley

En la película Kagemusha, de Akira Kurosawa, el ejército de Takeda Shingen tiene sitiado el castillo de su enemigo Nobunaga. De noche, el silencio del ejército se debe al cansancio pero también al sonido de una flauta que viene del castillo (tocada por el jefe de guarnición –o es que él ordena que sea tocada), y su sonido permanente significa que el enemigo resiste.

Sólo se escucha la hermosa melodía de la flauta y el crepitar del fuego de las fogatas, como la sangre y el corazón de John Cage.

El “silencio” es roto por un disparo. Shingen cometió la imprudencia de ir al sitio del castillo para escuchar la flauta, y lo que encontró fue su propio silencio, su silencio definitivo. No muere inmediatamente, sólo queda herido; pero hay que prepararse para esconder su muerte inminente. Pues de eso trata la historia de Kurosawa y Masato Ide: del silencio que esconde.

Al final de Looking for Richard (1996), después de ser traspasado por la espada del conde de Richmond (Aidan Queen), Pacino, el actor-director, habla del silencio: “Amo el silencio –susurra-, amo el silencio. Después del silencio, ¿qué más hay? ¿Cómo es el verso?”, y fuera de cuadro John Gielgud  (¡John Gielgud!) le recuerda las últimas palabras de Hamlet: Lo demás es silencio

Shakespeare me lleva de nuevo a Kurosawa, es decir, a la reflexión dolorosa que hace Nobukado al morir su hermano Shingen:  

Fui la sombra de mi hermano. 
Ahora que lo he perdido, 
es como si yo ya no existiera.

Como es natural, este silencio que ahora envuelve al samurái es mi propio silencio.

En su Música en la noche (deliciosa colección de pequeños ensayos de 1931), Aldous Huxley afirma que el silencio forma parte de la música y que evita a aquellos compositores y músicos que no saben callarse. Dicen poco porque están hablando siempre.