Fue en 1965 cuando compuse mi primera canción. Entonces pensaba que la fama y la fortuna tocaban a mi puerta, que tarde o temprano el mundo reconocería mi talento y mi genialidad, lo que me libraría de la escuela. La canción se llama Malo y cruel (pueden estar tranquilos: no hay registro grabado de mi nacimiento como Papa del Pop).
Una niña fue al campo
a cortar sus flores,
y por el camino
se encontró a un señor,
que le dijo así:
¡Oh, niña, yo te quiero!
Pero tus padres se
oponen a mí
porque soy malo y cruel,
porque soy malo y cruel.
a cortar sus flores,
y por el camino
se encontró a un señor,
que le dijo así:
¡Oh, niña, yo te quiero!
Pero tus padres se
oponen a mí
porque soy malo y cruel,
porque soy malo y cruel.
En algo se parece esta historia encapsulada a la que, con auténtico genio, se narra en los capítulos XII y XIII del Quijote: el estudiante Grisóstomo y la pastora Marcela. Pero entonces yo no había leído a Cervantes. Que no se me acuse de plagio. Hay que advertir, además, que el uso de "señor" en la canción no debe preocupar a nadie: a mis nueve o diez años, señores eran todos quienes habían pasado de sexto de primaria a primero de secundaria. Por eso digo que mi "señor" podría ser incluso más joven que Grisóstomo, aunque su desilusión podría llevarlo también al suicidio.
Cuando la canté por primera vez, mi hermana mayor me dijo:
-Está muy bonita, aunque la historia es truculenta. ¿Qué edad tiene la niña?
-Es una niña.
-¿Y qué edad tiene el señor?
-Es un señor.
Calá –así le decíamos a mi hermana- me pidió que la cantara de nuevo. Terminada mi segunda función, recibí un balde de agua fría…
-La música es mezcla de una canción de cuna: Señora Santa Ana, ¿por qué llora el niño? Por una manzana que se le ha perdido. ¿O será A la ru ru nene? Y la otra parte, donde el señor se lamenta... ¡es la melodía de I want to hold your hand, de los Beatles!
-¿Los Beatles?
-Sí, mira, te enseño: éste es su disco, Conozca a The Beatles, de Capitol, pero traído por Musart.
-¡Parecen maricas!
-¡Están guapísimos! El mío es Paul.
-¡Pues parecen maricas!
-Entonces, estás copiando música de maricas. Toma, te regalo el disco.
Tardé en reconocer mi ineptitud, y desde entonces me dediqué a coleccionar los discos de los Beatles. Los escuchaba con un poco de rabia. Me fascinaba su música, pero algo en mis adentros decía: ¡Te están robando las ideas, quién sabe cómo, pero te están robando las ideas! ¿Dónde queda Liverpool? Algo extraño está pasando.
Cuento esta historia, porque cierta noche de diciembre de 2005 confirmé algo que ya sabía: además de Las Señoritas de Aviñón y Vieja Estación, hay un tercer grupo que me pone de buenas, que me vuelve loco, que me roba las ideas y que me hace sentir un discapacitado. Es AKA, banda de jovencísimos músicos que hacen funk como los grandes: James Brown suena real, de verdad, gracias en parte a que Fernando Ruiz tiene dominio absoluto del bajo y sabe cuál es el papel de este instrumento en el género. Si a ello sumamos las excelentes voces de Alejandro Blumenkron y el mismo Fernando –voces que en momentos me recuerdan la potencia no de James Brown sino la de David Clayton Thomas-, y si añadimos también la muy cumplidora compañía de Marco Castro, Mateo Barreiro y Carlos Steinmann, ¿qué tenemos? ¡Música de verdad!
Me he impuesto la regla de no escribir groserías en el blog (creo que sólo lo hice cuando hablé de los armoniqueros). Pero con AKA tengo que ser muy claro: ¡Están cabrones!