Introitus

La idea. Elaborar un cartulario definitivo, un archivo general que contenga todo sobre Agustín Aguilar Tagle, así como aquello que se dio, se da y se dará en torno a su persona. En la medida de lo posible, se evitará el uso de imágenes decorativas (se usarán sólo aquellas que tengan cierto valor documental). Asimismo, se prescindirá de retorcidos estilos literarios a favor de la claridad y la objetividad (la excepción: que el documento original sea en sí mismo un texto con pretensiones artísticas). El propósito. Facilitar la investigación biográfica, bibliogáfica, audiográfica y fotográfica posterior a la muerte de Agustín Aguilar Tagle, de manera tal que sus herederos espirituales puedan dedicar los días a su propio presente y no a la reconstrucción titánica de virtudes, hazañas, amores, aforismos, anécdotas y pecados de un ser humano laberíntico, complejo y contradictorio. El compromiso. Cuando busco la verdad, pregunto por la belleza (AAT).













martes, 24 de mayo de 2011

Notas del Buen Amor

Texto escrito entre el 9 y el 11 de noviembre de 2006

Entonces,
se les abrieron los ojos
y le reconocieron,
pero él desapareció de su lado.
(Lucas 24, 31)


I. El buen amor es irrespetuoso, insolente…

Durante sus tres años de vida pública, Jesucristo (es decir, Jesús el Ungido, el elegido) fue siempre amante de la diversión, la algarabía, el jolgorio, la buena mesa, el vino… y las malas compañías (Marcos 2, 14-20; y Juan 2, 1-11). Supongo, por eso, que ahora, en su eterna estancia a la derecha del Padre y en memoria de los buenos tiempos, sonríe, lanza bendiciones y aplaude cuando algún grupo de mortales aprovecha el día para celebrar la vida, nunca para negarla.

Ahí, en esa actitud donosa, jovial y festiva, está una de las claves de su mensaje, clave que no se debilita ni siquiera cuando Jesús explica a los escribas la elección de sus amistades y sus comparsas:

-No necesitan médico los sanos, sino los enfermos.

Con la esperanza de que la cita en español coincida en esencia con el arameo de la época (o al menos con el koiné de los evangelistas), recordemos que dichas palabras son respuesta inmediata (de bote pronto) a los reclamos hipócritas de los mismos que el nazareno llama sepulcros blanqueados, serpientes, prole de víboras. Así que no las interpretemos de manera literal, como un programa de vacunación, porque bien sabemos dónde ubica Jesús las verdaderas enfermedades de su tiempo –que es el nuestro- (pequeño muestrario: Juan 2, 13-16; Juan 3, 19-20).

Ahí donde dos o más se reúnan en mi nombre, ahí estaré yo, en medio de ellos (Mateo 18, 20), dijo este judío maravilloso, palestino fuera de serie, galileo sin par. Más griego que egipcio, Jesús nunca encontró gusto en tumbas, féretros ni sarcófagos. Más le apetecía el campo abierto, el aire libre y las casas donde se respiraba vida, acción (Marcos 2, 23-28)… o aquellos sitios donde el recogimiento era cierto, es decir, fruto de un estado del espíritu ajeno a las vanidades de este mundo. Porque meterse en uno mismo (o en otro, que bien hecho es casi lo mismo) es andar por el camino de Emaús, medio perdido pero bien acompañado.

Así que, digo, Jesús es agua de vida. ¡Tomémosle la palabra!

Parece sencillo, eso de lanzarse hacia la vida y de burlar la muerte; pero no lo es. Casi siempre y por un extraña apetencia de matar el tiempo, hacemos de nuestros ratos libres largos rituales a favor de la nada, a favor de la muerte.

No hablo (¡por favor!) del bendito ocio de la contemplación, la meditación, la reflexión, el recogimiento y la introspección, ni de las lentas y largas horas que dedica el músico a su instrumento o que consagra el poeta a su esfuerzo por juntar dos palabras. Ese ocio (antípoda del negocio) es siembra, génesis, fundación.

¡En ese ocio reposado en el que se escucha el vuelo de una mosca, hay más vida que en la Bolsa de Valores y la Cámara de Diputados!

No siempre, es cierto; pero muchas veces…

Si quitamos a los indolentes, a los enfermos, a los mal nutridos y a los muertos, podemos asegurar que el resto está compuesto de artistas, músicos, niños, poetas y enamorados. ¡Y ellos son la sal de la tierra!

II ¿Cuál es el costo físico del enamoramiento?

He dormido poco. A las tres de la madruga o a las cuatro, ya ando con los ojos abiertos y sin una gota de sueño. Entonces, prefiero salirme de la cama y hacer algo (fotografiar la noche), porque la experiencia horrorosa de quedarse entre las sábanas es de naturaleza tridimensional: tormenta horizontal y tormento que nos abisma en la más angustiante y acuosa de las profundidades, piélago tenebroso vuelto laberinto de grutas emocionales y especulativas donde la incertidumbre que ahoga a Hamlet es un juego de niños.

Sabemos que estamos enamorados por el cambio brusco de nuestra conciencia y los malestares físicos: el objeto de mi amor (l'objecte del meu amor, dicho en catalán) cobra un significado especial. Ella (en este caso, ella, gracias a Dios, muy ella), ella se vuelve tema único del pensamiento y alimento imperioso para sobrevivir la descompensación vitamínica y proteínica que genera el amor.

Cuenta la leyenda, que una noche, el hoy difunto poeta Bacilio Macedonio Ruiz, herido mortalmente por un amor no correspondido, llegó a la cantina de su barrio y empezó a hablar en catalán (porque el amor tiene el don de lenguas). Dijo, según dicen: l’amor és un acte trascendent, massa important com per deixarse endur per velleïtats artificioses o distanciament irònics. L’amor conté pensament propi, i el conté de forma categórica.

Es decir, más o menos: El amor es un acto trascendente, demasiado importante como para dejarse llevar por veleidades artificiosas o distanciamientos irónicos. El amor contiene pensamiento propio, y lo contiene de forma categórica.

La persona amada se convierte en algo nuevo, único y sumamente importante, un pensamiento en sí mismo. Julieta es el Sol, dice Romeo; y Calixto blasfema: Melibeo soy y en Melibea creo, mientras Stevie Wonder afirma desde su ceguera que ella es el la luz de su vida.

¿Y yo, qué digo? Nada, que simplemente no puedo dormir.

¿Qué hago? ¿Es posible fotografiar el amor, para que mis tres lectores me crean? Sí, lo veo, lo veo claramente a las cuatro de la madrugada. ¡Ahí está, trepado, entre las ramas del árbol que da al balcón de mi habitación! ¡Ahí está, mirándome, como un duende travieso, como un fantasma que me sonríe y me envuelve! Me vuelve indefenso, tartamudo, balbuceante, tonto, abatido. Me dice: Estás en mi territorio, porque tus horas son son mis propiedades; yo soy el amor que te da de beber mientras te acuchilla; mírame y habla de mí, mientras sientes que te mueres.

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