Introitus

La idea. Elaborar un cartulario definitivo, un archivo general que contenga todo sobre Agustín Aguilar Tagle, así como aquello que se dio, se da y se dará en torno a su persona. En la medida de lo posible, se evitará el uso de imágenes decorativas (se usarán sólo aquellas que tengan cierto valor documental). Asimismo, se prescindirá de retorcidos estilos literarios a favor de la claridad y la objetividad (la excepción: que el documento original sea en sí mismo un texto con pretensiones artísticas). El propósito. Facilitar la investigación biográfica, bibliogáfica, audiográfica y fotográfica posterior a la muerte de Agustín Aguilar Tagle, de manera tal que sus herederos espirituales puedan dedicar los días a su propio presente y no a la reconstrucción titánica de virtudes, hazañas, amores, aforismos, anécdotas y pecados de un ser humano laberíntico, complejo y contradictorio. El compromiso. Cuando busco la verdad, pregunto por la belleza (AAT).













lunes, 18 de octubre de 2021

Virginia Woolf fuera de contexto


Citar fuera de contexto es -o debería ser- un delito tan grave como el plagio, porque su comisión obliga a una persona a decir cosas que no dijo o que no escribió, o que dijo precisamente con un sentido distinto o incluso absolutamente contrario. 
Esta falta, prima hermana de la difamación, se agrava cuando el citado es finado y ya no tiene manera de desmentir lo que alguien dice que dijo.

Por eso, los lectores nos vemos en la penosa necesidad de señalar la malversación literaria. 

Es el caso de dos citas que trinan por ahí, fuera de contexto (como la mayoría de las citas en las llamadas redes sociales).

Primera cita

"No es necesario apresurarse. 
No es necesario brillar. 
No es necesario ser nadie 
más que uno mismo."

No need to hurry. No need to sparkle. 
No need to be anybody but oneself.

Segunda cita

"No se puede pensar bien, amar bien, 
dormir bien si no se ha comido bien."

One cannot think well, love well, 
sleep well, if one has not dined well.

Y las "recomendaciones" en trino llevan la firma de Virginia Woolf.

Apenas leí las citas (en tiempos y espacios disintos), recordé el pasaje de donde fueron extraídas; pero enarqué las cejas y pensé, parafraseando a Samuel Beckett: "Algo hay que falla ahí".*


WHO'S AFRAID OF VIRGINIA WOOLF?
Canta Elizabeth Taylor encima de Richard Burton

Como muchos grandes escritores, Virginia Woolf es víctima de sus no-lectores, que difunden trozos de sus textos fuera de sus contextos, y casi siempre los convierten en "pensamientos" "edificantes" que bien podrían salir de la pluma de cualquier gurú del emprendimiento (plaga que ha infestado el mundo y que, por descuido de todos, ha enturbiado el concepto de "inteligencia"). Y el problema es que desde 1941 Virginia, como otros escritores, perdió la capacidad de defenderse de los infundios disfrazados de encomios y homenajes.

Siempre ha existido el gusto por citar sin tomarse la molestia de leer a los citados (recuérdase la sección Citas citables de la revista Selecciones del Reader's Digest, publicación gringa que le ahorraba a su lectores la molestia de leer y le regalaba la sensación de vivir dentro de la cultura universal y abrevar de su inteligencia); pero hoy este gusto se ha convertido en la deleznable práctica de endilgar a mentes brillantes ideas blandengues, sacando sus palabras de contexto o haciéndolas firmar frases que nunca dijeron y que nunca escribieron.

Si, es cierto, en el primer capítulo de Una habitación propia, Virginia Woolf escribe: No need to hurry. No need to sparkle, No need to be anybody but oneself. "No es necesario apresurarse, no es necesario brillar, no es necesario ser nadie más que uno mismo".

Pero la lectura de todo el párrafo nos permite entender claramente que la escritora recurre a la ironía para describir el ánimo de relajamiento que le tocó "vivir" (en su genial invención de Oxbridge) durante cierto almuerzo en cierto comedor de cierta universidad, un bello día de octubre (in fine October weather). Y esto vale también para la segunda "recomendación", a la que le antecede una afirmación: "Una buena comida es muy importante para una buena conversación" (A good dinner is of great importance to good talk).

Woolf describe lo servido en el almuerzo (lenguado en crema, perdices en salsas y ensaladas, coles de Bruselas, vinos exquisitos) y el efecto de las viandas entre los comensales: un dulce relajamiento que hace de la indolencia intelectual el mayor gozo espiritual.

¡Está describiendo el estado de ánimo que produce una comida burguesa y opípara! No es el manifiesto de un proyecto filosófico ni un ideal humano.

Transcribo de la misma autora la explicación de sus palabras (líneas más adelante): "...en otras palabras, qué agradable le parecía a uno la vida, qué dulces sus recompensas, qué trivial este rencor o aquella queja, qué admirable la amistad y la compañía de la gente de su propia especie mientras encendía un buen cigarrillo y se hundía en los cojines de un sillón junto a la ventana."

Concluyo, aliviado, que Virginia Woolf NO propone para los seres humanos lo que Giovanni Pico della Mirandola atribuye a los vegetales y a los animales en su Discurso sobre la dignidad del hombre, donde el italiano afirma con luminosa contundencia que a nosotros "el Creador" nos otorgó la libertad de crear nuestra propia vida y construir nuestro propio ser.

El "regalo divino" (la libertad de ser lo que se nos antoje) nos vuelve seres ansiosos, seres con urgencia de ser, individuos con el legítimo deseo de trascender e ir más allá de lo que la madre Naturaleza nos dicta.

La autora de Las olas siempre corrió hacia sus deseos, siempre quiso brillar, siempre buscó ir más allá de sí. Su obra literaria es la narración de sus ansias. Sospecho, además, que sus padecimientos, sus depresiones y su suicidio están íntimamente ligados al profundo deseo de escapar de las tragedias constantes (y recurrentes) de su vida.

En las palabras devueltas a su contexto, la autora citada NO está sugiriendo un programa contra la angustia de ser (dejarse llevar por la naturaleza y acomodarse a la felicidad de quien evita el esfuerzo de construirse a sí mismo), sino que solamente describe un estado de ánimo en un momento determinado: un banquete en Oxbridge.

En cuanto a vivir como alcachofa o como un árbol feliz de Bob Ross,  diré que yo prefiero el progreso de mi propia existencia, aunque eso me exija un esfuerzo mayor. Sin embargo y en mi defensa, debo advertir que dicha elección no me impide disfrutar de festines capaces de convertirme en un paramecio que languidece tras el ágape, satisfecho de ser... eso: un paramecio glotón. Gaudeamus igitur!

*Cité a Beckett fuera de contexto, lo que hace de mi "cita" una paráfrasis, como lo advierto ahora, lector, antes de dejarte ir. Y este párrafo aclaratorio libera al genial irlandés de cualquier responsabilidad: soy yo y sólo yo quien está hablando, aunque imite la voz del autor de Cómo es (Quelque chose là qui ne va pas), traducido por uno de nuestros más eminentes poetas: José Emilio Pacheco.




sábado, 17 de abril de 2021

Doña Beatriz de la Concepción Aguilar Tagle celebra sus setenta años en el Castillo de Chapultepec

 


¡Feliz cumpleaños, doña Beatriz de la Concepción!, es el deseo sincero y profundo de este Pañuelo Bordado, cuyo autor fue amablemente invitado a la septuagésima celebración de su agraciado nacimiento, y se convirtió, por eso, en testigo de lo  acaecido durante el atardecer y la noche entera del pasado domingo 18 de abril, en el Alcázar de Chapultepec, escenario de la fiesta más esperada de la Ciudad de México al comienzo de nuestros insólitos años veinte. 

 

El cielo despejado, perlado de lejanas estrellas, sirvió de bóveda catedralicia a la embelesada concurrencia, dentro de la que brillaron por su lozanía, su orgullo y su felicidad los padres de la festejada: don Agustín Aguilar Rodríguez y doña María de la Luz Tagle Osorio, a quienes se vio conversar animadamente, en la mesa principal, con el Presidente de México, don Andrés Manuel López Obrador, y con su señora esposa, doña Beatriz Gutiérrez Müller (hemos de advertir que la presencia del primer mandatario y la presidenta del Consejo Asesor de la Coordinación Nacional de Memoria Histórica, tuvo como razón de ser el hecho de que esta gala forma parte de la diversas conmemoraciones de la ya bicentenaria consumación de nuestra independencia). 

 

 

Mientras, en la misma mesa, la dulce y encantadora doña Luz Elena Osorio Mondragón, amada tía abuela de la mayoría de los presentes, mostraba al nuncio apostólico, don Franco Coppola, cómo hacer palomas, jirafas y rinocerontes con su servilleta. Fue dicho obispo quien, al mediodía, celebró en el Templo de la Sagrada Familia una misa en latín para la homenajeada, con bendición especial traída desde el Vaticano e incluso con plegarias inéditas que se elevaron a las alturas, para que lloviera como maná la mirada fructífera de las huestes celestiales.

 

 

Las mesas contiguas fueron ocupadas por la numerosa familia de Lady Shell, nombre con el que es conocida en Nueva York la sobrina nieta de Carmen Mondragón y esposa de don José González (a propósito: en las mesas de los artistas invitados se escuchó recordar que están cumpliéndose cien años del regreso de Nahui Olin a México, después de su estancia en San Sebastián, España).

 

Las sonrisas permanentes de Lady Shell y don José González fueron, a propósito, constantemente iluminadas por los destellos fotográficos de la prensa rosa (el arquitecto no se cansó de hacer caravanas de agradecimiento a todos los presentes por su amorosa asistencia y sus aplausos repentinos, que sirvieron de contrapunto a las piezas de la orquesta de cámara, que nos deleitó con un selecto y extenso repertorio de piezas de Jean-Philippe Rameau).

 

Mientras, en la placidez de la noche, flotaba entre susurros, risas, danzas y abrazos, los sedosos girones de nubes evanescentes, que fueron apenas albas pinceladas, incapaces todas de esconder la tenue luz de la Luna y las estrellas, exentas siempre, mas siempre rutilantes.

 

 

 


Ahí estuvieron, también y por supuesto, los siete hermanos de doña Calita, así como su hija doña María José y su yerno José Andrés, ambos reconocidos empresarios textiles a quienes se debió la finura de los blancos manteles, mismos que permitieron el lucimiento de las servilletas Pineda Covalin, que nadie quiso usar, dicho sea de paso, y que fueron discretamente sustraídas por damas y caballeros, junto con la postal del menú, cuyo diseño art decó fue motivo de merecidos elogios.

 

 

No faltaron sus nietos, el joven José Andrés y la señorita Regina, ni los sobrinos. Tampoco faltaron los sobrinos nietos ni los cónyuges, aquellos que no han huido aún y que han sabido reconocerse como miembros de este clan de prosapia distinguida y asombroso linaje. 

 

 

El jolgorio y la algarabía fueron constantes tanto en la mesa de los discípulos de la arquitecta Aguilar Tagle como en la mesa ocupada por sus compañeros colegas (algunos, miembros del claustro docente de la Universidad Nacional Autónoma de México; otros, integrantes del profesorado de la Universidad del Valle de México).

 

 

En cuanto al hermoso y soberbio vestido que lució doña Calita, éste será sin duda motivo de conversaciones inagotables durante los próximos meses. La arquitecta, historiadora del Arte y maestra de varias generaciones dio instrucciones precisas para combinar en su atuendo tradición y modernidad con la visión artística de Jean-Paul Gautier y Miuccia Prada, quienes, contratados para la ocasión, trabajaron con base en bordados de mujeres mexicanas y sobre colores de rosa y lila. ¡Un verdadero agasajo para los ojos acostumbrados a la alta costura! Fuentes fidedignas nos comentaron que el Palais Galliera de París ha solicitado el vestido para exponerlo próximamente en una de sus galerías.

 

 

Por último, hablemos de las exquisitas viandas, cuya preparación estuvo conducida por el reconocido chef Enrique Olvera. 

 

 


Pan de centeno con delicadas incrustaciones de pasas y nueces; pan que se aspiró primero, para luego trozarse y humedecerse en un dorado aceite de oliva traído de Baja California, y que nos dio la bienvenida al momento de llevárnoslo a la boca.

 

Más tarde, y mientras nos deleitábamos con un amable e inocente amuse bouche, capricho que no sólo cumplió con la tarea de divertir al paladar durante la lectura del menú, sino que, además, sorprendió por su calidad de convite y por la elección de sus ingredientes (pedacitos de jitomate hundidos en aguacate licuado y sustrato de chicharrón.

 

El primer plató repitió, a manera de ambientación, un aguacate que no contuvo sino que emparedó pequeños y jugosos camarones, bañado todo en crema de chipotle y en compañía de un Chardonnay californiano, que más tarde apuramos con un prodigioso robalo, empapado en aceite de trufa y chile manzano, el cual nadó en jugo de maracuyá y leche de coco. Y para limpiar el paladar, vinagreta de limón. Luego vinieron nuevos y felices matrimonios, entre platillos inauditos y vinos excelentes, como un exquisito Cabernet Sauvignon –el australiano Black Opal- que escoltó el plato fuerte: carpaccio de magret de pato en vinagreta de pipián y espuma de mezcal. Después, el pre-postre: pastel de queso con ciruela. Y para terminar, camote con nieve de guanábana, delicia equilibrada con un Moscato D’Asti.

 

Pero las palabras se agotan para describir esta insólita velada, que será memorable y modelo inspirador del siglo XXI. Doña Beatriz de la Concepción Aguilar Tagle cumplió setenta abriles y, al hacerlo, refrenda su fama: es paradigma de buen gusto y retrato de belleza permanente para el mundo civilizado.

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

sábado, 2 de enero de 2021

Pablo de Tarso y la garantía de satisfacción

Primera observación. La llamada garantía de satisfacción es una audaz estrategia verbal que muestra la confianza del vendedor en sí mismo y en el producto o servicio que ofrece.

 

Análisis de lo observado. La elegante arrogancia de la fórmula “Su completa satisfacción o la devolución de su dinero” dice entre líneas, sincera o falsamente: “Estoy orgulloso, seguro y cierto de mi mercancía, y apuesto a ella su precio asignado”.

 

Primera conclusión. Esté o no basada en una verdad comprobable y permanente, la garantía de satisfacción busca generar en el consumidor sensaciones de certeza positiva y, en consecuencia, de prolongada tranquilidad.

 

Dispersión 1. Según mis lecturas, superficiales pero atentas, el pionero de esta estrategia de venta es el inglés Josiah Wedgwood (siglo XVIII). Alfarero, diseñador y abuelo materno de Charles Darwin, Wedgwood blandió la garantía de satisfacción para vender sus productos de cerámica en toda Europa, cosa que logró con absoluto éxito, no tanto por la arrojada promesa de reembolso en caso de disgusto sino porque sus piezas eran (y son) dechados de preciosidad, las más conocidas de jaspe azul sin esmaltar (alfarería que no debe dejarse nunca al alcance de los niños y menos de los adolescentes).

 

Dispersión 1.b. Gustoso que soy de la escritura dispersa, dedicaré un párrafo más al ceramista inglés, para mencionar la encantadora vajilla Wedgwood Hibiscus Azul Royal, cinco de cuyas piezas pueden adquirirse por la módica suma de 6,237 pesos y tres centavos. Destacan en este juego  el borde de oro de 22 quilates y el motivo presente en la tetera, en las tasas y en uno de los platos: flores de hibisco azules cuyas hojas explican el mencionado ribete.

 

Dispersión 2. El abuelo materno de Darwin, Josiah Wedgwood es, además, abuelo paterno de Emma Wedgwood, esposa del naturalista inglés. Emma tocaba muy bien el piano. Cuenta la leyenda que tomó clases con Chopin durante su estancia en París. Sin embargo, las fechas no coinciden: Emma estuvo en la capital francesa en 1825, año en que el jovencísimo Fryderyk andaba en Varsovia, tocando el aeolopantaleón ante el zar Alejandro I, quien andaba de visita en la capital polaca y quien moriría ese mismo año (aunque esto también está envuelto en misterio: se dice que Alejandro I fingió su muerte para aislarse y vivir como ermitaño con el  nombre de Fiodor Kuzmich).

 

Dispersión 3. La cosa es que el piano de Emma Wedgwood llegó a pertenecer a George Steiner, recientemente fallecido (3 de febrero de 2020), genial pensador y melómano que, sin embargo, padeció, en palabras del mismo Steiner, la humillante incapacidad de tocar instrumento alguno, pues al nacer sufrió parálisis braquial obstétrica (de todo esto me entero al adquirir y leer Necesidad de música, libro que reúne artículos, reseñas y conferencias que Steiner dedicó al arte sonoro).

 

Dispersión 4. En cuanto al recital dado por Chopin ante el mencionado zar, advirtamos que el aeolopantaleón fue inventado en 1830 por Jozé Dlugosz de Varsovia, así que es más probable que el instrumento al que se enfrentó el niño genio durante esa velada en Varsovia fuera el aeolomelodicón, padre del aeolopantaleón. El aeolomelodicón, que cuenta con tubos de latón en las lengüeta, fue construido por Fidelis Brunner, a partir del diseño de J.F. Hoffman.

 

 


 

 

Segunda observación. En la primera epístola de san Pablo a los Corintios, hay dos versículos que durante mi pubertad y mi adolescencia me blindaron frente a la duda y la perplejidad. El 14 y el 19 del capítulo 15, donde el apóstol de los gentiles afirma rotundamente: “Y si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana es nuestra fe (…). Si solamente para esta vida tenemos puesta nuestra esperanza en Cristo, ¡somos los más desgraciados de todos los hombres!”.

 

Sí, el gran pionero de la garantía de satisfacción es Pablo de Tarso.

 

Me queda claro que en la retórica del sagrado vaso de elección hay la intención de establecer la siguiente lógica: (1) Nuestra fe no es vana, no puede serlo desde el momento en que la experimentamos como una realidad (creo porque creo, es la convencida y tautológica afirmación del creyente, que en algo se parece al argumento de san Anselmo: Dios existe porque si no existiera no sería Dios). (2) Ergo: la resurrección es un hecho cuya realidad se demuestra con el peso de nuestra propia fe.

 

Garantía de satisfacción paulina: La resurrección de Cristo o la devolución de su cordura.