70 mil pensamientos diarios
Me entero, al ver Connected, de
Tiffany Shlein, que, mediante millones de neuronas, el cerebro humano genera
aproximadamente 70 mil pensamientos diarios. Para que la suma no nos parezca
exagerada, debemos incluir en la cifra el más mínimo pensamiento, aquel que,
por ejemplo, nos brota al servirnos agua en el vaso que tiene una pequeña y
casi imperceptible raya: “Este vaso se va a romper a la próxima, pero no voy a
tirarlo ahora”; aquel que, sin entenderlo, nos hace sonreír cuando cedemos el
paso a un mujer a la entrada del banco; ese otro que no alcanza a ser una
oración completa sino apenas una frase que se asoma discreta y es percibida por
nuestra consciencia pero que olvidamos inmediatamente.
El amor es un CRM deficiente
¿Por qué pienso tanto? ¿Qué tanto
pienso? Sospecho que todos mis pensamientos son un cúmulo de diálogos en los
que hago intervenir a los otros –o a la idea que tengo de los otros-.
Reconstruyo otras mentes en mi mente. Esta reconstrucción siempre será, por supuesto,
deficiente. Soy incapaz de almacenar toda la información existente sobre la
vida y los pensamientos de otro ser humano, así que lleno las lagunas con
pre-juicios o con deducciones a partir del mucho o poco conocimiento. Tales
prejuicios y tales deducciones pueden hacerme caer en errores, porque los otros
no son tan predecibles como quisiera. Sin embargo, las reuniones, las fiestas,
los encuentros periódicos e incluso –o sobre todo- las redes sociales me ayudan
a acercarme a “la verdad” de los otros (me refiero a todas las redes sociales, no sólo a las que se construyen en internet). Secreta o descaradamente, administro mi
relación con quienes me rodean (pero sobre todo con quienes amo) mediante el
conocimiento que tengo de cada individuo, y siempre (siempre) busco provocar en
su mente y en su corazón un profundo deseo de mí, provocar un sentimiento
parecido al que ellos tienen hacia sí mismos. La mercadotecnia llama a esto
Customer Relationship Management. Pero mi CRM es deficiente, por una razón muy
sencilla: el oferente de un producto o un servicio no ama a su consumidor o a su usuario, sus declaraciones de amor siempre
son absolutamente falsas, hipócritas y por ello mismo efectivas. En cambio, yo sí amo a mis consumidores/usuarios, y eso me
debilita: mi amor sincero contamina la información que tengo de ellos.
Otro día hablaremos de la diferencia entre oferente y pretendiente. Por ahora, hablemos de la oxitocina...
Ya sabemos todos los internautas y todos los televidentes (la mayoría sin el mínimo conocimiento científico), que el cerebro humano, cuando se conecta con otro cerebro humano, libera una hormona llamada oxitocina, cuyos efectos en el organismo podrían resumirse en la sensación de felicidad.
Sospecho que la liberación de oxitocina también sucede cuando nos conectamos con aquellos seres que sin ser humanos los consideramos como tales (semejantes, igualmente humanos); un perro, un gato, una novela, nuestros muertos, una obra de arte, una música, una danza, un poema. Con ellos también establecemos diálogos intensos.
Otro día hablaremos de la diferencia entre oferente y pretendiente. Por ahora, hablemos de la oxitocina...
Ya sabemos todos los internautas y todos los televidentes (la mayoría sin el mínimo conocimiento científico), que el cerebro humano, cuando se conecta con otro cerebro humano, libera una hormona llamada oxitocina, cuyos efectos en el organismo podrían resumirse en la sensación de felicidad.
Sospecho que la liberación de oxitocina también sucede cuando nos conectamos con aquellos seres que sin ser humanos los consideramos como tales (semejantes, igualmente humanos); un perro, un gato, una novela, nuestros muertos, una obra de arte, una música, una danza, un poema. Con ellos también establecemos diálogos intensos.
Mi amiga Cecilia García-Robles (quien es, además, mi coach de cabecera)
siempre nos recuerda aquello que dice Susan Scott, autora de Fierce
Conversations: “Todas las conversaciones son con uno mismo y, a veces,
involucran a otras personas”. Y aunque en ocasiones me rebelo contra dicha
afirmación, debo admitir que es escalofriantemente cierta, a tal grado que,
como la conexión con los otros no satisface nuestro egocentrismo, nos
desdoblamos para seguir hablando con nosotros mismos de manera “más segura” y
“más confiable”. Un caso de desdoblamiento es la fe, que es como la siembra doméstica de mariguana: ya no es necesario
acudir a los otros, inventamos a Dios, que es nuestra “muñeca inflable”.
Conclusión: la invención de Dios –que debe estudiar la biología- es una de las
más sofisticadas herramientas de la evolución humana. Por eso afirmo
insistentemente que Dios es un proceso, a veces tan complejo que nuestro
“interlocutor” deja de llamarse Dios y adopta el nombre del ser amado, de la
revolución, del pueblo, de la belleza, de la muerte.
Al abrazarnos, nos exprimimos...
También se libera oxitocina cuando
abrazamos a una persona durante más de seis segundos. Durante el embarazo y la
lactancia, las mujeres están llenas de oxitocina, y según algunos conocedores, ellas activan
la producción de oxitocina en sus hijos o incluso la transmiten. La oxitocina disminuye el miedo y la
ansiedad, crea empatía, confianza y deseo de colaboración.
Saber es placer
La dopamina entrena al cerebro para
que repita acciones que le causan placer. La dopamina incrementa la frecuencia cardiaca y la presión arterial. El ser humano libera dopamina cada
vez que recibe nueva información. Cito de memoria a Leonard Shlain (1939-2009): "Cada nuevo conocimiento tiene efectos biológicos parecidos al sexo, a las
drogas y al rocanrol."
Amigo Agustín, leer tus escritos me ayuda a liberar cantidades importantes de oxitocina, la dopamina que inunda mi cerebro en efecto me causa mucho placer! disfruto y aprendo cada vez que te leo... por favor, sigue escribiendo, que yo te seguiré leyendo!
ResponderEliminar¡Abrazote de seis segundos, Felipe!
ResponderEliminar¡Te abrazo fuerte! Te quiero... tanto.
ResponderEliminar¿Tanto como yo a ti? ¡Sí, sí, sí!
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