Las generaciones de mediados del siglo XX construyeron su idea del héroe y su idea del líder con películas como El motín del Caine (1954), El puente sobre el río Kwai (1957), Los cañones de Navarone (1961), Lawrence de Arabia (1962), El día más largo (1964), Donde las águilas se atreven (1968) y Patton (1970), algunos de cuyos personajes son la versión contemporánea de Ulises, Ramachandra, Eneas, Aquiles y Teseo. A diferencia de los personajes de la mitología antigua, los paladines de celuloide son relativamente más humanos: su divinidad se deslava y sus imperfecciones morales quedan expuestas, a tal grado que el concepto de anti-héroe se recrea en ellos. Obsérvese el rostro (a vece tiznado) y la mirada siempre absorta de Gregory Peck, David Niven, Anthony Queen, William Holden, Henry Fonda, Richards Burton, Robert Mitchum, Sean Connery y Clint Eastwood. Para ellos y para sus respectivos directores, el heroísmo y el liderazgo son virilidad, cierto grado de paradójica misantropía y una encantadora y envidiable desolación personal. Otro tipo de rostros encontramos en Humphrey Bogart, Peter O'Toole y Omar Shariff, quienes decoran su idea de liderazgo y heroísmo con sonrisas y miradas seductoras. En cuanto a Alec Guiness y George C. Scott, todavía no encuentro la manera de definir su representación del héroe y del líder, tal vez porque se trata de imágenes más tradicionales, como llegadas de épocas anteriores al momento histórico en el que se desarrollan.
De cualquier manera y al margen de mis opiniones, debo señalar que las películas mencionadas son grandes piezas narrativas que siguen siendo válidas para reflexionar sobre los ideales de heroísmo y liderazgo en el siglo XX, como igualmente válidas son las novelas de Stendhal, Melville, Víctor Hugo, Manuel Payno e Ignacio Manuel Altamirano, entre otros, para acercarse a los mismos conceptos pero en su versión decimonónica.
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