Jueves 2 de enero. Con una mujer a mi lado lado, desayuno en el Café Casino (Dakota y Yosemite, en la Nápoles) huevos rancheros y café express. La guerra en El Salvador está llegando a su fin: el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional y el gobierno acaban de firmar la paz en Nueva York. En la noche, con la misma mujer al lado, como donas de canela en el Vips. Me llama Octavio, para avisarme que mañana necesitamos vernos. También me llama Gerardo, para preguntarme si iré a visitarlo a Cuernavaca el sábado.
Viernes 3 de enero. Con una mujer a mi lado, almuerzo en el Café Casino una torta de milanesa y un burrito. Más tarde, en casa de Octavio, llega José Hernández, nuestro baterista. Dedicamos un rato a estructurar una canción de José. Me asignan la tarea de ponerle letra. Se me ocurre llamarla Ensayo sobre el origen de las lenguas, porque estoy leyendo a Rousseau en ese momento… y soy muy flojo para pensar (en el futuro, esta canción se llamará Vaso de alcohol, una pieza instrumental). Octavio me presta dos discos de Bob Dylan, uno de Chuck Berry, otro de Tears for fears, uno de los Stones, el único que me gusta de The Cure y uno de John Lee Hooker. Cosas viejas, sí, porque no hay nada en lo nuevo que me entusiasme (falta poco para que también abandone mi agotado y pueril gusto por el rock). La mujer que está a mi lado acaba de comprar dos libros de Lope de Vega para nuestra biblioteca compartida. Termino el día con esa misma mujer y con unas enchiladas suizas de Sanborns.
Sábado 4 de enero. Desayuno en el Sanborns de Xola, con Octavio Herrero, José Hernández, Alex Eisenring y Ana Laura Márquez.
Domingo 5 de enero. Camino por Benjamín Franklin, y contemplo el atardecer: un puente de azules y violetas une el amarillo del Poniente con el azul del Oriente. Los edificios cobran, entonces, tonalidades y tersuras que me hacen transitar por aquello que la filosofía alemana llama erlebnis: ese algo temporal o espacial que se vive inopinadamente y que se queda grabado en la memoria como un entorno de placer.
¡Nada del otro mundo! No hay violines, bombos ni platillos, no hay luz cenital, no hay lluvia de rosas. El erlebnis puede tomar una forma apacible y silenciosa, y crear un estado de ánimo que apenas si intuya el afectado. La inocente e intrascendente formación de una nube, combinada con el céfiro invernal y con una buena digestión, por ejemplo, puede producir en nosotros ese momento de impacto.
Martes 7 de enero. Una torta de huevo, dos empanadas y unas enchiladas rojas.
Miércoles 8 de enero. A mediodía, entro en la mujer que está a mi lado.
Jueves 9 de enero. La mujer que está a mi lado me acaricia las sienes.
Viernes 10 de enero. Pensamientos mortales, con Demi Moore y Bruce Willis (divertida, solamente). Tacos de bistec y tostadas de pata. Sábado 11 de enero. Viaje a Cuernavaca con la mujer que está a mi lado, para ver a Gerardo y familia (Marugenia, Gerardo chico y Alejandra). Estar con ellos me causa mucha felicidad, mucha alegría, mucha paz. A esta reunión asisten también mis hermanas Teresa y Beatriz.
En Cuernavaca, entro en la mujer que está a mi lado. Ya de mañana, Gerardo nos mira y dice con su proverbial lengua bífida: ¿Por qué tan calladitos?
Martes 14 de enero. Compro Welcome to the canteen, de Traffic. Como en Los Abuelos, con una mujer a mi lado. Miércoles 15 de enero. Como con mi hermana Beatrice (mañana se va de nuevo). Leo Ofendidos y Humillados (extraordinaria, simple y sencillamente extraordinaria: Dostoievski es la cima).
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