Introitus

La idea. Elaborar un cartulario definitivo, un archivo general que contenga todo sobre Agustín Aguilar Tagle, así como aquello que se dio, se da y se dará en torno a su persona. En la medida de lo posible, se evitará el uso de imágenes decorativas (se usarán sólo aquellas que tengan cierto valor documental). Asimismo, se prescindirá de retorcidos estilos literarios a favor de la claridad y la objetividad (la excepción: que el documento original sea en sí mismo un texto con pretensiones artísticas). El propósito. Facilitar la investigación biográfica, bibliogáfica, audiográfica y fotográfica posterior a la muerte de Agustín Aguilar Tagle, de manera tal que sus herederos espirituales puedan dedicar los días a su propio presente y no a la reconstrucción titánica de virtudes, hazañas, amores, aforismos, anécdotas y pecados de un ser humano laberíntico, complejo y contradictorio. El compromiso. Cuando busco la verdad, pregunto por la belleza (AAT).













miércoles, 20 de julio de 2011

De lunas y dedos

Cuando el sabio señala la luna,
el tonto mira el dedo.

Conocí este aforismo a los trece o catorce años de edad, gracias a José Flores García, el Chepo, hermano marista a quien debo mucho: su pasión por la docencia y su libertad de pensamiento no sólo me dieron buenas herramientas para la autoestima y la capacidad crítica, sino que, al recordarlas, entiendo que las generalizaciones casi siempre son injustas: no todos los católicos son hipócritas, retrógrados, reaccionarios, fascistas, pederastas, intolerantes y analfabetos; hay hombres y mujeres de esta iglesia sinceros, veraces, progresistas, consecuentes y obedientes a su misión (Mateo 10, 5-8), cuyo grano de mostaza es el amor a la vida -no el miedo, no la negación del cuerpo, no la intolerancia, no la superstición, sino el amor a la vida-, semilla que luego de sembrada se convierte en la más grande de las hortalizas y en árbol robusto, de modo que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas (Mateo 13, 31-32).

Y, bueno, el aforismo de marras siempre me pareció el más adecuado para resumir una situación de excesiva torpeza intelectual y de incapacidad para percibir las sutilezas del pensamiento. Pero ahora me encuentro con el agudo análisis de un tal Dekarde Oblomovka, quien pone en duda la sabiduría y la honestidad de los señaladores de luna:

Cuando alguien señala la luna con el dedo, digo yo ¿acaso no es lícito y prudente preguntarse qué motivo puede tener ese individuo para hacer tal cosa? ¿Por qué va a ser más razonable para un testigo de la acción dirigir la mirada a la luna que observar cuidadosamente al que la está señalando? Pudiera ser que el señalador de lunas lo que intenta precisamente es desviar la atención de sí mismo, y así poder maniobrar subrepticiamente en la distancia corta mientras los demás están enfrascados en la contemplación de la lejanía.

En ese caso ¿quien sería el necio? ¿El que obedientemente dirige su mirada a la luna, o el que (afrontando valientemente el riesgo de ser tomado por un necio) intenta más bien no perder de vista al dedo y a su propietario ni un segundo?


Comentario de Juan Carlos Aguilar Tagle

Yo observaría primero al dueño del dedo. Si me pareciera confiable, sólo entonces voltearía hacia la luna. A menos que el dueño del dedo ya cuente (como tú) con mi absoluta confianza. En tal caso, posiblemente vería primero la Luna. Y si disiento, extrañado, voltearía a ver al dueño del dedo. Una tercer posibilidad es la de no mirar dedo ni Luna, porque: "Cuando el tonto señala la luna, el sabio le muestra un dedo"

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