Introitus

La idea. Elaborar un cartulario definitivo, un archivo general que contenga todo sobre Agustín Aguilar Tagle, así como aquello que se dio, se da y se dará en torno a su persona. En la medida de lo posible, se evitará el uso de imágenes decorativas (se usarán sólo aquellas que tengan cierto valor documental). Asimismo, se prescindirá de retorcidos estilos literarios a favor de la claridad y la objetividad (la excepción: que el documento original sea en sí mismo un texto con pretensiones artísticas). El propósito. Facilitar la investigación biográfica, bibliogáfica, audiográfica y fotográfica posterior a la muerte de Agustín Aguilar Tagle, de manera tal que sus herederos espirituales puedan dedicar los días a su propio presente y no a la reconstrucción titánica de virtudes, hazañas, amores, aforismos, anécdotas y pecados de un ser humano laberíntico, complejo y contradictorio. El compromiso. Cuando busco la verdad, pregunto por la belleza (AAT).













domingo, 16 de enero de 2011

Cristianos por el derecho a pensar

Mateo I, 1-17

La genealogía que Mateo presenta de Jesús es simplemente ociosa. No hay en la sangre del futuro crucificado nada que lo una a Abraham, desde el momento en que José no es su padre natural (aunque monseñor doctor Juan Straubinger se salga por la tangente y hable de que esto da a José la calidad de padre legal). El mismo evangelista señala que la concepción de María fue obra del Espíritu Santo. Entonces, ¿a qué viene comenzar un texto dictado por el mismo Espíritu Santo (o, al menos, inspirado por Él) con el árbol genealógico de un personaje tan secundario como lo fue José?

Si no se permitió a José gozar del cuerpo de María (Sweet Little Sixteen!), ¿por qué lo obligan a dar apellido al muchacho?

Esto se parece a lo que platicaba Ma, mi adorada tía abuela. Ella afirmaba haber bailado, en 1910, en el Castillo de Chapultepec, en alguna de las veladas organizadas con motivo del Centenario de la Independencia (Ma tenía entonces quince años), y la anécdota, muchas veces repetida y tomada por cierta, permitió a la familia asegurar que éramos nietos de don Porfirio (conste que mi tía abuela, como la Virgen María, también se conservó señorita hasta el final de sus días, y hasta donde sabemos el Espíritu Santo nunca se le acercó con segundas intenciones).

No es de sorprender el uso tramposo del árbol de José por parte de Mateo, quien, antes de unirse a Jesús, fue recaudador de impuestos. No sirve tampoco que, en el versículo 32 de su primer capítulo, haga decir a Gabriel que Jesús es hijo de David, porque el ángel anunciador no da pruebas de ello.

Mateo II, 1-2

Desde mi primera infancia, el catecismo y algunas otras lecturas me hicieron entender que el cristianismo no admite la magia ni las prácticas de hechicería, y menos aun la astrología como instrumento de conocimiento. Entonces, ¿qué hacen tres magos del Oriente avalando con su pseudo, proto o para-ciencia el nacimiento de Jesús?

Bueno, lo admito, acaso su oficio es el de sabios, doctores en ciencias antiguas, astrónomos (¿pero los astrónomos relacionan la posición de las esferas celestes y de los astros con puntos de nacimiento?). De cualquier manera, tales reyes no buscan a Dios, pues ellos ya tienen a los suyos, sino –claramente lo dice el evangelista- al nuevo rey de los judíos.

Si leemos con detenimiento el libro del Éxodo, concluiremos que el pueblo judío siempre ha tenido un proyecto muy bien trabajado de nación. De hecho y más allá de las circunstancias económicas que oscurecen y contaminan la voluntad de los hombres, creo que es en ese proyecto donde reside la dificultad de Israel para entender las demandas de casi millón y medio de palestinos que viven en la Franja de Gaza -recordemos que la mayoría de ellos son hijos de los árabes que tuvieron que huir de Israel en 1948). Por eso, me queda claro que el oportuno aviso que recibieron los tales magos no fue el de una estrella sino el de sus contactos con redes disidentes y rebeldes que buscaban liberar a Israel del yugo romano. Herodes, temeroso de un levantamiento, tuvo más agudo el oído que el de los siglos posteriores: esos hombres del Oriente iban en busca de la nobleza judía.

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