Bésame rumiante, deja
que el mundo ruede
mientras nos comemos.
K.H. Ganesha
El beso sólo es gozo dentro de sí
mismo. Afuera, la humanidad desaprueba, se divierte, se asquea, se excita, se
acuerda, se duele, se enoja, se indigna, se asombra, se ríe, se alumbra, se
sabe, se espanta. Sonríe, pero no goza. Nadie goza el beso desde afuera.
El voyeur de besos no goza el
beso ajeno, sólo lo usa para su propio dolor-gozo, el dolor-gozo suyo, el
dolor-gozo que brota en otro planeta, en un mundo hacia el que sus miradas
intrusas envían instantáneas de lo observado. Ese mundo es un mar de llanto
sobre el que flotan cientos de fotografías Polaroid (la mirada del voyeur está
compuesta de substancias químicas).
Nadie goza el beso desde afuera.
Y esto explica un fenómeno comprobable: las putas se niegan a besar. Todo tiene
precio, excepto el beso. Las putas no besan. ¿Cómo lo sé? ¡Porque lo sé, porque
lo sé! Tengo amigas de la calle (ellas me cuentan). Además, una tarde de abril
de 1987, atrapado en el Hotel Tijuana, una puta me besó.
Ella fijó su mirada en mis ojos y
me dijo, con el tono de quien ha tirado al suelo y hecho añicos un jarrón de
porcelana china:
-Esto nunca lo hago, esto no tiene nada que ver con otra cosa. Me equivoqué, me distraje.
Si pudiera arrebatarte mi beso, lo haría.
-¡Déjalo, no pasa nada!
-No, sí pasa. Pasa que tú no entiendes –respondió ella mientras dejaba
la cama y se vestía-. Ya ni modo: acabo
de traicionarme, he tropezado y no merezco más que tu amor: tenemos que vivir
juntos. ¿Me amas?
Yo tuve que amarla. Y vivimos
juntos durante mucho tiempo, hasta que ella recordó quién era (nos despedimos
en el Hotel Tijuana, y no dejó que yo la besara).
Nadie goza el beso desde afuera,
porque el gozo del beso existe sólo dentro del beso. El beso no va más allá de
sí mismo. ¡No debería ir más allá de sí mismo! Lo cierto es que muchos terminamos
amando lo que besamos, como las putas cuando se equivocan. Lo correcto es besar
lo que se ama, no amar lo que se besa, porque el que ama lo que besa corre el
riesgo de odiar algún día lo que besa. En cambio, el que besa lo que ama, no
corre ningún riesgo. ¡No existe el desbeso! No podemos desbesar a quien amamos.
Por otro lado, nadie hace la revolución
con un beso. La
revolución estalla sin que los labios y las lenguas digan esta boca es mía.
Luego, al triunfar, entonces sí, toda revolución se llena de besos. ¿Por qué?
¡Porque es demasiada la alegría y hay que apagarla con besos!
Los besos sirven para que
regresemos a nuestra tristeza natural.
Observemos a una pareja que se
besa: cuando termina de besarse, sus partes se miran con tristeza, con mucha
tristeza. Siempre se miran con tristeza los que acaban de besarse. Algunos
llaman ternura a la tristeza. ¡Es lo mismo! La ternura es un estado de suavidad
y dulzura que se resume en una sonrisa melancólica y una mirada triste, profundamente
triste. Porque el beso esboza la realidad platónica de nuestros cuerpos:
estamos escindidos, estamos disgregados, somos frutos de la disgregación, islas
condenadas a ser lo que somos, islas que encuentran en el beso una manera de
mojar la playa de otras islas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario