Domingo 1 de agosto de 2004. Revista Proceso. Michael Meissner, violinista y director de orquesta, informa que una de las sedes del cuarto festival Viva Vivaldi sería Ruta 61, dentro del programa Vivaldi se va de Juerga.
Jueves 5 de agosto de 2004. Crónica de Hoy afirma que vecinos de la colonia Condesa han presentado una serie de quejas contra el ruido generado por Ruta 61: Acusan colonos que bar opera sin permiso (sic). La noche de ese mismo jueves fue, sin embargo, excelente, acaso de las mejores en la aún breve historia del lugar: Hernán Hecht y su X-Pression Quartet ofrecieron un hermoso concierto de jazz, dentro del programa Vivaldi se va de juerga.
Y al otro día, con ánimo de reducir las quejas de los vecinos, Las Señoritas de Aviñón y Vieja Estación no tocaron sino que tentaron su repertorio. Para sentirse cómodos con el volumen, los bonaerenses incluyeron Honest I do; y Ezequiel presentó la canción de Jimmy Reed con las siguientes palabras: Dedicamos este estreno a nuestro querido amigo Octavio Herrero, el Dandy del Blues.
Lo curioso es que nunca más Vieja ha vuelto a interpretar esa delicia de 1957, cuya sensualidad hizo incluso que una mujer se acercara a mi mesa (quiero decir, a la mesa en la que en ese momento me encontraba) para preguntarme el nombre de la canción. Nada pasó, pero… ¡por favor, Polainas, toquen de nuevo Honest I do!
Sábado 7 de agosto de 2004. Betsy Pecanins ofreció su primer concierto en Ruta 61. Esta misma noche, Santiago Espósito acompañó a Las Señoritas durante casi toda la noche; Mauro Bonamico se subió para cantar All your love; y Male Rouge se aventó Mustang Sally y Rock me baby.
Viernes 13 de agosto de 2004. Esta noche sucedió un lindo espectáculo de metamorfosis. Tocaban Las Señoritas de Aviñón su último número, Sweet Home Chicago, cuando, sin previo aviso, los músicos dejaron sus instrumentos y bajaron del escenario, uno a uno, pausadamente. Al mismo tiempo y con la misma parsimonia, la gente de Vieja Estación subió y sustituyó a los ausentes; todo esto, sin dejar de tocar la pieza de Robert Johnson.
Fue un divertido y muy aplaudido performance (arte de acción imprevista, se me ocurre definir). Porque, digo, no es fácil mantener el ritmo y el calor de una pieza mientras se reproduce en escena la entrada y salida de gente en un elevador. Hubo, incluso, momentos de emocionante acrobacia, cuando Javier García entregó el puesto de baterista a Ignacio Espósito. Al verlos contorsionarse y perder la compostura, vi cómo Lando Buzzanca y Luciano Salce compartían los favores de Rossana Podestà.
Acabó el espectáculo, la gente se fue, alguien bajó la cortina, Lalo Serrano apagó las luces, los meseros de entonces aprovecharon para robarse algo, llegó la madrugada sin irse la noche. El bar quedó delicioso, con el olor y la tranquilidad que deja tras de sí un espectáculo de verdadera música; es a esa hora cuando un buen bar se vuelve mujer agotada de tanto amor (uf, perdón, qué frase más espantosa; la dejo para que se note la intención de la escena). Santiago Espósito (Tomy) me confesó, al calor de su último vodka y de mi último whisky, que entre las primeras cosas que escuchó de niño fue a Parchis. Golpeamos nuestros vasos, con la sonrisa cómplice de quienes saben que el soundtrack de su infancia no fue elegido por Clint Eastwood.
Viernes 3 de septiembre de 2004. Vieja Estación estrenó en Ruta 61 su versión de It’s all over now, de Bobby Womack, con Mauro Bonamico en la voz principal.
No recuerdo si fue esa vez o semanas más tarde cuando Octavio Herrero se subió a palomear en esa pieza. Lo que no olvido es lo que me dijo el guitarrista de Las Señoritas de Aviñón:
-Podría tocar esta canción horas y horas... sin aburrirme.
21 de septiembre de 2005. Fernando Magariños Lamas narra en su blog (La Mancha de la Calabaza que Ladra) la visita que realizó esta noche a Ruta 61. A Fernando no le gusta mucho el apellido del lugar, Hoochie Coochie Bar. Le incomoda que se use el inglés para un sitio en la Ciudad de México. El problema no está en usar el idioma inglés, sin embargo. ¿O qué, tendríamos que hablar del Sabadaba Bar? Recuerdo que en el Colegio México así le decíamos a las señoras que, al ir a recoger a sus hijos, se vestían como para llamar la atención del profesor Gorostiza, entonces director de primaria, un hombre atractivo, hermano marista, que se parecía a los Kennedy.
-¿Ya viste a la mamá de Villamil?
-Sí, siempre viene bien sabadaba…
-A gritos pide que la bese un hijo de Marcelino Champagnat.
En mayo, estuvo conmigo Laura Maceiras. Ella vive en Key Biscayne, Florida, y me dice que, al ver a una mujer en los cuarenta vestida como si tuviera veinte, sus hijas adolescentes dicen entre risas: She’s a hoochie coochie mama!
Pero el problema mayor, piensa Fernando, es que se trata de un término sexista y denigratorio. Sí, tal vez, tal vez. Sin embargo, me resisto a dejar el habla en manos de políticos y sociólogos, o de gente de buena fe que no quiere ofender al viejo y prefiere llamarlo persona de la tercera edad o individuo en plenitud.
Yo no hubiera aguantado la risa si mi difunta esposa me hubiera gemido al oído cosas como la siguiente: ¡Dime cochinadas, dime sexo-servidora!
-Yo te digo como quieras, si tú me dices Pío XII.
-Du bist ein schlechter Mann.
Es muy rico decir lo que estamos pensando, y si bien no niego la existencia del machismo (y el Diccionario de la Real Académica Española está repleta de esa tendencia), quiero defender la posibilidad del juego mítico.
Octavio Herrero, guitarrista de Las Señoritas de Aviñón, está medio de acuerdo con Fernando, no en cuanto a lo políticamente incorrecto del término hoochie coochie mama, sino al hecho de que Ruta 61 no es un lugar de reunión de mujeres sabadabas y, por tanto, no puede ser considerado un hoochie coochie bar.
Mmmm, no sé si rendirme. Siempre que voy al Ruta 61, siento que la mayoría de los asistentes (hombres y mujeres) están con ganas de que algo pase esa noche. Algunos son muy atrevidos, algunas son más lanzadas, otros somos demasiado selectivos; en cualquier caso, se respira deseo. Y esto, mi querido Octavio, es culpa tuya y de todos los que nos nutren de feromonas con su blues.
Para que Ruta 61 deje de ser el Sabadaba Bar, tendrán que correr a Las Señoritas de Aviñón, a Vieja Estación, al Charro, a Betsy, a Briseño, a Male… y que, entonces, inviten a Mexicanto o a Julieta Venegas, cuyos lindos repertorios son capaces de inhibir las bajas pasiones, sacarnos de ahí y mandarnos a ver las noticias del canal 11, con Adriana Pérez Cañedo.
Introitus
La idea. Elaborar un cartulario definitivo, un archivo general que contenga todo sobre Agustín Aguilar Tagle, así como aquello que se dio, se da y se dará en torno a su persona. En la medida de lo posible, se evitará el uso de imágenes decorativas (se usarán sólo aquellas que tengan cierto valor documental). Asimismo, se prescindirá de retorcidos estilos literarios a favor de la claridad y la objetividad (la excepción: que el documento original sea en sí mismo un texto con pretensiones artísticas). El propósito. Facilitar la investigación biográfica, bibliogáfica, audiográfica y fotográfica posterior a la muerte de Agustín Aguilar Tagle, de manera tal que sus herederos espirituales puedan dedicar los días a su propio presente y no a la reconstrucción titánica de virtudes, hazañas, amores, aforismos, anécdotas y pecados de un ser humano laberíntico, complejo y contradictorio. El compromiso. Cuando busco la verdad, pregunto por la belleza (AAT).
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