Introitus

La idea. Elaborar un cartulario definitivo, un archivo general que contenga todo sobre Agustín Aguilar Tagle, así como aquello que se dio, se da y se dará en torno a su persona. En la medida de lo posible, se evitará el uso de imágenes decorativas (se usarán sólo aquellas que tengan cierto valor documental). Asimismo, se prescindirá de retorcidos estilos literarios a favor de la claridad y la objetividad (la excepción: que el documento original sea en sí mismo un texto con pretensiones artísticas). El propósito. Facilitar la investigación biográfica, bibliogáfica, audiográfica y fotográfica posterior a la muerte de Agustín Aguilar Tagle, de manera tal que sus herederos espirituales puedan dedicar los días a su propio presente y no a la reconstrucción titánica de virtudes, hazañas, amores, aforismos, anécdotas y pecados de un ser humano laberíntico, complejo y contradictorio. El compromiso. Cuando busco la verdad, pregunto por la belleza (AAT).













domingo, 8 de mayo de 2011

La extensión de todas las cosas

¿Se acuerdan ustedes de La vida es una novela, de Alain Resnais (La vie est un roman, 1983)? Creo que muchos la vimos en la 12ª Muestra Internacional de Cine.

He olvidado todo lo que en ella pasa. Sólo me acuerdo que hay tres historias entrelazadas, con un castillo como escenario común.

Y si me acuerdo es gracias a Internet Movie Database (www.imbd.com), que es una maravilla para quienes ya entendimos uno de los inmensos valores de la red: la posibilidad de volverla –ya, en este preciso instante- la extensión de nuestra memoria. Basta que yo tenga un elemento de información, el más diminuto, el aparentemente más insignificante, para que lo lance al universo virtual y éste, bondadoso aunque turbulento y tartamudo, me llene de información, de datos, de fechas, de nombres, de imágenes.

Toca a uno ordenar, analizar, reflexionar, decantar, reconstruir, traducir, decodificar… y, así, aportar algo nuevo, crear desde la recreación, proponer un mundo que enriquezca –no que sustituya, no que niegue- los otros mundos.

Para mí, esto es culturalmente esplendoroso: desde la llegada de internet a nuestra vida, ya no somos los mismos; quiero decir, somos nosotros pero magnificados, extendidos, catapultados hacia dimensiones sin tiempo y sin espacio.

Estoy consciente, por supuesto, de que internet no sólo refuerza nuestras virtudes y nuestros talentos, sino que hace lo mismo con nuestros defectos y nuestras oscuridades. Pero creo que, a largo plazo, este sistema de comunicación y de información (páginas, bitácoras -blogs-, redes sociales, almacenes de música, comercios electrónicos, depósitos de arte y bazares asombrosos)  hará a los seres humanos más capaces de resolver los problemas que hasta ahora parecían parte fatal de la naturaleza humana y de la lentitud de la historia: las hambres del pobre, los prejuicios del inculto, las soledades del abandonado, las angustias del diferente, los deseos del insatisfecho, los miedos del temeroso, las intermitencias de la felicidad.

No se trata de abandonar el mundo físico (no digo real, porque hacerlo es un acto torpe de exclusión: hay realidades que no son físicas y, sin embargo, nunca dudamos de ellas –el amor y el sueño, por dar dos ejemplos evidentes). No se trata, repito, de huir del mundo material. Se trata de usar internet como microscopio, como telescopio, como transatlántico, como ventana, como puente; en fin, como máquina del tiempo y del espacio que nos entrega todos los días el don de la ubicuidad.

De hecho, pienso que si deseamos un mundo verdaderamente justo e igualitario (un mundo donde quepan todos los mundos) las revoluciones tendremos que hacerla a través de internet (no "en" sino "a través de"). Y digo revoluciones (en plural) -a veces tan imperceptibles como la rotación del planeta- porque sospecho que La Revolución (en singular) es tan posible como el anunciado Segundo Advenimiento de Nuestro Señor Jesucristo mencionado al final del Credo Niceno.

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