Introitus

La idea. Elaborar un cartulario definitivo, un archivo general que contenga todo sobre Agustín Aguilar Tagle, así como aquello que se dio, se da y se dará en torno a su persona. En la medida de lo posible, se evitará el uso de imágenes decorativas (se usarán sólo aquellas que tengan cierto valor documental). Asimismo, se prescindirá de retorcidos estilos literarios a favor de la claridad y la objetividad (la excepción: que el documento original sea en sí mismo un texto con pretensiones artísticas). El propósito. Facilitar la investigación biográfica, bibliogáfica, audiográfica y fotográfica posterior a la muerte de Agustín Aguilar Tagle, de manera tal que sus herederos espirituales puedan dedicar los días a su propio presente y no a la reconstrucción titánica de virtudes, hazañas, amores, aforismos, anécdotas y pecados de un ser humano laberíntico, complejo y contradictorio. El compromiso. Cuando busco la verdad, pregunto por la belleza (AAT).













jueves, 2 de junio de 2011

Las serpientes de Pedil

No os engañéis; Dios no puede ser burlado.
Todo lo que el hombre siembre, eso mismo cosechará.

Epístola del apostol Pablo a los Gálatas (6, 7)


(Algunos jóvenes) no creen en Dios,
porque no lo conocen.

Felipe Calderón Hinojosa

Cuenta Julio Petridis, en El Heraldo de Santidad (revista de la Iglesia del Nazareno, institución religiosa que tiene ya un siglo de establecida en México), que hubo en Estados Unidos un ateo llamado Zet Pedil, quien se mofaba de los creyentes y de sus cultos.

Si Dios existe y es verdad lo que dice la Biblia –despotricó un día Pedil-, que mi cuerpo habite entre víboras apenas esté yo en mi tumba.

Zet murió a los ochentaidós años, y al bajarlo a su sepulcro apareció una enorme víbora. Desde entonces y hasta la fecha, asegura Petridis, aparecen víboras alrededor del sepulcro de Pedil.

Con la arrogancia provervial de muchos creyentes, Petridis afirma sin asomos de duda: Dios respondió a la balandronada de Zet, e hizo que su cuerpo habitara entre víboras.


Entre las historias que escuché varias veces durante mi infancia, siempre absorto, está aquella que narraba los últimos momentos de José Luis Osorio Mondragón, mi venerado tío abuelo, quien en su agonía señaló repetidamente hacia la puerta de su habitación (que daba a un hermoso jardín):

-¡Saquen a ese perro de aquí!
-¡Pa, Pa, descansa, no hay un solo perro cerca!, susurraba Luz Elena, su hermana.
-¡Saquen a ese perro negro de aquí!

Llegó entonces el sacerdote (tal vez el Reverendo Padre Ángel Oñate o acaso Monseñor Guillermo Tristchler). Antes de acercarse a don José Luis, el religioso tuvo la precaución de echar agua bendita en varias zonas de la recámara. Apenas terminó de hacerlo, el ingeniero Osorio Mondragón concilió el sueño y recibió la extremaunción. Todavía despertó de nuevo don José Luis, ese lunes 10 de abril de 1944, para decir sus últimas palabras:

-Tengo un problema. La Geografía…

¿Y el perro, Ma? ¿Qué pasó con el perro que veía Pa? -preguntábamos los niños desde nuestra mezcla de miedo y gozo.

Era el mismísimo Diablo -respondía mi tía abuela-. Se alejó gracias al agua bendita y al aroma de los santos óleos.

¡Ahora cuéntanos otra vez cuando oyeron  las cadenas del Diablo en el monasterio!

Ma sonreía. Al hacerlo, el hoyito de su mejilla izquierda embellecía más la hermosura dulce de su rostro de ángel:

-Ese día fuimos de excursión. Y de tanto paseo, la noche nos atrapó. Gracias a Dios, estaba cerca la casa de los monjes dominicos que nos habían dado de comer a mediodía. Así que llegamos al portón y tocamos la aldaba. Nos abrió un diminuto fraile, tan encorvado que apenas si lograba mirarnos. Nos ofreció una amplia celda, para dormir en el suelo, sobre petates y con algunas cobijas. Para despedirse, entregó a Pa unas velas de cebo…

-Toma, hijo. Manténgalas encendidas. Y no hagan caso a los ruidos que lleguen a escuchar. Si eso sucede, simplemente recen algunos padrenuestros y otras tantas avemarías. 
-¿Cómo, padre, qué dice usted?
-Ya es muy tarde para platicar. Buenas noches.

Pero mejor cuento la historia de las cadenas del Diablo en otra ocasión. 

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