Fotografía: Agustín Aguilar Tagle
Me encuentro, en la bitácora de un andaluz, con la existencia de cierto concepto filosófico supuestamente acuñado por Leibnitz: la voluptuosidad ante la felicidad ajena (voluptas ex felicitate alieni), que no debemos entenderla como voyerismo sino como reconocimiento jubiloso de la dicha de los semejantes cercanos. Y pienso, entonces, en una experiencia reciente.
En medio de la lasagna y el vino español, Octavio me describe su concepto del instante placentero. Reproduzco -sin paja- nuestro diálogo...
-La vida toda en un momento breve...
-El encuentro fugaz con la sensación del bienestar pleno...
-Sí.
-Virgilio dice: cada quien es atraído por su propio concepto del placer, trahit sua quemque voluptas.
-Eso está pasando ahora, aquí.
-Ya no digamos más.
-Eres tú el que interrumpe la contemplación. Sólo mira.
Preciosa, la descripción de Octavio (Sólo mira) es tan precisa y clara que puedo imaginarlo en el Parque México, acompañado de Ella, su mascota, un alacrán hiperquinético, un buscapiés con pelos, una tragavestidos profesional (como la nombracusa María, la de los tres mares), un movimiento perpetuo y regañón de la familia de los Aieredale Terrier.
Octavio ha sacado a pasear a Ella. Lleva puestos los audífonos de su ipod (él, no ella). De pronto, en medio de su gozosa parsimonia, el hombre decide sentarse en una banca, para mirar descuidadamente la inocente yerba que brota de entre las lozas. Ahí, en ese instante, en la contemplación de la vida diminuta, el presente es redondo, casi perfecto. Octavio no medita. Octavio contempla, acalla razón, memoria y voluntad, y todas las potencias de su alma quedan pasivas. Octavio sólo mira, sin ideas. El mundo cobra sentido, precisamente cuando pierde todo sentido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario